Te saludo, ángel santo
que consolaste a mi Jesús en su agonía,
y contigo alabo a la Santísima Trinidad
por haberte elegido
de entre todos los santos ángeles
para consolar y fortalecer a Aquel
que es el consuelo y la fortaleza
de todos los que están en aflicción.
Por el honor que gozaste
y por la obediencia,
humildad y amor con
que asististe a la sagrada Humanidad de Jesús,
mi Salvador,
cuando desfallecía de mucho dolor
al ver los pecados del mundo
y especialmente los míos,
te ruego que alcánzame el
perfecto dolor por mis pecados;
dígnate fortalecerme en las aflicciones
que ahora me abruman,
y en todas las demás pruebas,
a que me veré expuesto en adelante y,
en particular,
cuando me encuentre en mi agonía final.
Amén.