Oh Ángel de Dios, mi bendito protector, a cuyo cuidado fui confiado por mi Creador desde el momento de mi nacimiento, únete a mí y agradece al Todopoderoso por haberme dado un amigo y un mentor, un protector y un guardián en tu persona.
Acepta, oh guardián misericordioso, mi ferviente gratitud por todo lo que has hecho por mí; especialmente por la caridad con la que te comprometiste a acompañarme durante toda mi vida; por la alegría con la que te llenaste cuando fui purificado en las aguas del Bautismo; y por tu diligente cuidado al guardar el tesoro de mi inocencia.
Tú sabes las innumerables gracias y misericordias que mi Creador me ha concedido a través de ti, y los muchos peligros, tanto espirituales como temporales, de los que me has protegido.
Agradecer a mi angel de la guarda por el favor condedido
Sabes cuántas veces has lamentado mis pecados, me has animado al arrepentimiento y has intercedido ante Dios por mi perdón.
¡Ah! ¿Por qué he merecido tan poco la continuación de tus celosos esfuerzos por mi salvación?
¿Por qué he manchado tantas veces mi alma con pecados, y me he hecho indigno de la presencia y protección de un ángel, de un espíritu puro como el tuyo, que nunca pecó?
Pero así como mi ingratitud y levedad no han disminuido tu interés misericordioso en mi salvación, tampoco disminuirán mi confianza en tu bondad, ni me impedirán confiarme a tu cuidado, pues Dios mismo te ha confiado el cuidado de mi alma.
Imbuido de dolor por el poco progreso que he hecho en la virtud, aunque bendecido con tal Maestro, y sinceramente resuelto a corresponder en el futuro a tus esfuerzos por mi salvación, te suplico, oh patrona del espíritu, que continúes tus celosos esfuerzos por mi interés eterno; fortalece mi debilidad, protégeme de los innumerables peligros del mundo, y procura por medio de tus poderosas oraciones que mi vida sea acortada en lugar de vivir para cometer pecado mortal.
Recuerda, oh el más feliz de los espíritus, que fue un acto de profunda humildad y de ardiente amor a tu Creador lo que hizo que Dios te estableciera para siempre en la gloria; haz que estas virtudes arraiguen en mi alma y que me esfuerce diligentemente por adquirir la obediencia, la docilidad, la mansedumbre y la pureza de corazón.
Guíame con seguridad a través de este mundo de pecado y desdicha; vela por mí en la hora terrible de mi muerte; realiza por mi alma la última obra de misericordia de tu misión, fortaleciendo, animando y sosteniendo en los dolores de la disolución; y luego, como el ángel Rafael llevó a Tobías con seguridad a su Padre, así tú, mi buen ángel y bendito guía, vuelve conmigo a Aquel que te envió, para que podamos bendecirlo mutuamente y dispensar sus maravillosas obras para una feliz eternidad.