Oh, amoroso mensajero de la Encarnación, San Gabriel baja a todos los que deseo paz y felicidad. Extiende tus alas sobre las cunas de los recién nacidos, y cuida a todos nuestros hijos oh tú que anunciaste la venida del Niño Jesús.
Da a los jóvenes una hoja de lirio del cetro de la virgen en tu mano. Que el Ave María resuene en todos los corazones para que a través de ella encuentren gracia y alegría.
Por último, recuerda las sublimes palabras pronunciadas el día de la Anunciación: «Para Dios no hay imposibles», y repítelas en las horas de prueba -a todos los que amo- para que su confianza en el Señor se reavive cuando falle toda ayuda humana y nuestros hijos necesiten tu cuidado. Amén.