A una Hermana Bernardina se le mostró en espíritu la gran desolación causada por el demonio en todo el mundo, y al mismo tiempo escuchó a la Santísima Virgen decirle que era verdad, el infierno se había desatado sobre la tierra; y que había llegado el tiempo de rezarle como Reina de los Ángeles y pedirle la ayuda de las legiones celestiales para luchar contra estos enemigos mortales de Dios y de los hombres.
«Pero mi buena Madre», respondió ella, «tú que eres tan amable, ¿no podrías enviarlos sin que te lo pidamos?» «No», respondió Nuestra Señora, «porque la oración es una de las condiciones requeridas por Dios mismo para obtener favores». Entonces la Santísima Virgen comunicó la siguiente oración, rogándole a la Hermana que la imprimiera y distribuyera:
¡Agosta Reina del Cielo! ¡Señora soberana de los ángeles! Tú que desde el principio recibiste de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de Satanás, te suplicamos humildemente que envíes tus santas legiones, para que, bajo tu mando y con tu poder, persigan a los malos espíritus, los encuentren en por todos lados, resistid sus audaces ataques y conducidlos de aquí al abismo de la aflicción eterna. Amén.