Oh Santo Ángel,
asistente de mi alma miserable
y de mi vida afligida,
no me desampares, pecador,
ni te apartes de mí por mi inconstancia.
No deis lugar al demonio maligno para que me someta
con la opresión de este cuerpo mortal;
pero tómame de mi mano miserable y extendida,
y guíame por el camino de la salvación.
Sí, oh santo Ángel de Dios,
guardián y protector
de mi alma y cuerpo desventurados,
perdóname todas las cosas con las
que te he molestado,
todos los días de mi vida,
y si he pecado en algo este día.
Protégeme en esta noche presente,
y guárdame de toda afrenta del enemigo,
para que no enoje a Dios por ningún pecado;
e intercede ante el Señor por mí,
para que me fortalezca en el temor de él,
y me haga un siervo digno de su bondad.
Amén.